Bautista Cantó (Jaume-P. Sayrach)
Grama, nº 4
A primera hora de la mañana, los vecinos le ven trastear. Su casita está al lado de la parroquia, frente, ahora, de la obra -las obras- de pisos que en menos de un año van a cambiar la geografía del barrio del Fondo.
Al Sr. Moll le gusta hablar de su larga vida. Y filosofar: exprimir la experiencia que mana de los hechos.
– Hace cuarenta años que vinimos aquí. Esto era sano. Veníamos a hacer salud, abuscar un poco de tranqulidad. Santa Coloma era un pueblecito. Y el barrio del Fondo quedaba lejos y aislado. Los finales de semana se veía llegar a la gente, «menestrala», cargada con maderas, con hierros… Durante los domingos nos construíamos la casa. Por la tarde echábamos mano del acordeón, de la guitarra.
Nos dice que por aquel entonces para ir a Barcelona era menester trasladarse a San Adrían o a San Andrés. Aquí todo eran viñas. Y pequeñas casitas, con su poco de huerto, con mucho sol, y ancho margen para las ilusiones.
– ¿Cómo nació nuestro barrio?
– Básicamente lo empezó la Compañía Nacional de Tierras. Vendía los solares a plazos (de cinco años). La modalidad era nueva y entusiasmó a muchos – gente económicamente humilde – que podía ver realizarse el sueño de «la caseta i l’hortet». Entonces el palmbo iba a 5 céntimos. Paralelamente a nuestro barrio, però de gente más acomodada, nació el Singuerlín.
– ¿De dónde procedían los primeros pobladores del Fondo?
– La «colonia» era predominantemente murciana. Algúna ragonés… y pocos catalanes.
– ¿Políticamente?
– Creo que en las votaciones ganaba un sindicalismo sistemático. La idea de clase predominaba. La gente era de izquierda, por este sentimiento de clase. Aunque era gente poco trabajada en este campo, muy de aquello de: «tot és meu, res no és teu».
En estos largos años, el barrio del Fondo habrá tenido su historia. Humilde. Pero interesante para los vecinos de hoy.
– ¿Algún recuerdo especial?
– Creo que fue en el año 32 que hubo una inundación tremenda. Las aguas torrenciales que afluían de ambas laderas se juntaron en el torrente – hoy calle Verdaguer – y el agua cobró un ímpetu alarmante, arrastrando árboles, animales, penetrando en las casas. Tuvimos que pedir al alcale, el químico Manuel Vilaseca, que sacara el «castillet» (torre metálica) de la calle Beethoven – entre Verdaguer y Wagner – porque ayudaba a topar las aguas.
– ¿Alguna fiesta de barrio?
– Se instauró la fiesta del barrio en el día 14 de abril, por obra de la societat, y distintas calles celebraban su fiesta propia, si bien no tan organizadamente como hacía el barrio del Raval.
Cuando el Sr. Moll habla de «la Sociedad» no puede disimular el orgullo que siente por haber trabajado en ella. Ni tampoco su melancolía. Fueron muchas ilusiones las puestas en la Sociedad. Que luego, fatídicamente, se vieron cercenadas: cuando tan difícil era toda idea de comunidad.
– A la Sociedad le pusimos el nombre de «El Porvenir del Fondo». Estaba en consonancia con la época y con la gran carga de ilusiones que llevábamos al promoverla. La idea principal de la sociedad era la de unir fuerzas. Tuvimos la primera reunión el 14 de abril del 31. Hicimos la primera reunión en casa del Sr. Miralles, para discuit rl proyecto de estatuto, que quedaría redactado más tarde y aprobado en reunión en una cuadra, sita donde hoy está la pollería.
El sello de la sociedad llevaba un martillo y una paloma sobre el mango. Un libro abierto y un ramo de laurel. El dibujo lo hizo el maestro José Mª Palanques.
– La idea de la Sociedad nació cuando unos vecinos pidieron que se organizara una fiesta mayor del barrio. Desde el primer momento vimos que no tenía que ser una sociedad de propietarios, sino de vecinos.
– ¿Qué fines perseguía «El Porvenir del Fondo»?
– Tener un local de reuniones y fiestas, y escuela durante los días laborables.
El local de la sociedad hasta hace muy pocos días ha estado, mudo, en el corazón del barrio. Concretamente en la calle Wagner, en lo que venía sirviendo de Escuela Nacional, ahora en fase de ampliación. Los antiguos fundadores se consuelan al ver que el destino que se le ha dado coincide con uno de los que más estimaban. Pero lamenan el triste final de la sociedad, que ellos no hubieran podido disponerlo, tal vez levantarla de nuevo. La guerra arrasó muchas cosas…
– ¿Qué relación mantenían con la gente del «Pueblo»?
– El «Pueblo» miraba muy mal a la gente de la periferia. En especial el Fondo siempre ha tenido muy mala fama. Y la verdad es que nunca ha pasado nada. Lo que pasa es que hemos estado urbanísticamente muy olvidados: sin calles, sin luz. De noche imponía venir aquí.
– ¿Y con los otros barrios?
– Había la rivalidad de barrio a barrio. Nosotros «las teníamos con el Arrabal. Cuando comparecía alguno de ellos por aquí, le reconocíamos por las alpargatas encarnadas. Decíamos: «Mira, este viene de la – Terra Vermella» – que era el Arrabal, cuyo suelo és de tierras rojas.
Mientras hablo con el Sr. Moll, veo las gallinas encerradas en el gallinero al lado de la puerta. La casita está en un repechón sobre la calle Massenet. Sería lo que aquí se llama una torre. Detrás hay un extenso «huerto», que ya no puede cuidar porque los frutos no podían llegar a madurar jamás. El pozo lo ha tenido que cegar: era la tentación de los niños que asaltan su huerto. El Sr. Moll había trabajado el hierro. Aquí tiene un «taller», con toda clase de herramientas, y le procura largas horas de distracción. Veo pasar la gente por frente de su casa. Ahora, hasta el Fondo, llega un doble servicio de autobuses. Hay aquí mucha, muchísima gente. Por doquier se levantan bloques. Pronto la casa del Sr. Moll quedará ahogada.
– Esto ya no es como antes: desde la guerra la inmigración ha sido enorme y la gente ya no nos conocemos, y lo peor es que el barrio no cuenta con ninguna institución aglutinadora.
El Sr. Moll pasa ratos con los otros ancianos que se reúnen en la plaza del Reloj a tomar el sol, o en las escaleras de la parroquia a tomar la sombra. También muy a menudo se entretiene gustosamente con los jóvenes, que le escuchan y se sorprenden de encontrar un hombre mayor tan joven de corazón y de ideas.