Alba Gómez
Fòrum Grama, febrer 2002
[dropcaps type=’normal’ font_size=’62’ color=’#303030′ background_color=” border_color=”]S[/dropcaps]u historia personal está estrechamente vinculada a la lucha en Santa Coloma. Su hablar está salpicado de un léxico marxista que, escuchado de su boca, parece vigente… Emiliana Salinas fue miembro de la JOC (Juventudes Obreras Católicas), líder de la lucha de la fábrica de confección Casadesport, miembro de las Plataformas Anticapitalistas y de diversas asociaciones de vecinos. Hoy mantiene la utopía intacta a través de una actitud personal de austeridad y un compromiso con los más desfavorecidos, desde el comité de solidaridad Óscar Romero.
– Tú vives en la austeridad, sin grandes lujos, trabajas cobrando poco, esa tu forma de llevar a cabo la utopía?
– Todo cambio va ligado a una actitud personal, yo soy lo concreto y en mí también vive la explosión de mundialidad. Es el lema “pensar globalmente, luchar localmente”. Eso tiene que hacerse con un estilo de vida que niegue lo que el sistema plantea como modelo.
– ¿Está reñido, por ejemplo, tener un coche con la idea de justicia?
– Yo tengo un coche colectivo con dos personas más, entre todos pagamos el seguro. Una cosa no está reñida con la otra, simplemente quiero que el hecho de tenerlo no me cree apegos, que no me lleve a la individualidad y al egoísmo, sino a compartirlo. Como cuando me jubile…: lo haré con otra gente en un piso porque yo no tendré pensión, cada uno aportará lo que pueda, el que tenga piso, piso; el que tenga pensión, pensión… Hay que buscar salidas si el sistema no nos las ofrece.
– En la JOC desarrollaste una fe cristiana vinculada a la utopía.
– Ser joven obrero también significaba ser misionero, era una función de misión, de evangelización. La JOC fugó en mí un papel de concienciación fiara toda la vida. El concepto básico de salvar a la persona por encima de la musas estructurales, no juzgar, es una de las cosas más válidas que me quedan de aquellos años. La fe, en todo esto, jugaba un papel de impulso, de motor, que nos llevaba al compromiso.
– Todos los jóvenes jocistas tenéis un recuerdo muy tierno de esa época.
– Es que era fabuloso. Todas la ilusiones las vivíamos en grupo, la diversión, la búsqueda…
– Tu fuiste líder de la lucha de la fábrica de confección Casadesport. ¿Quién ganó ahí?
– Ganó la solidaridad. Aunque fue drástico el despido de tanta gente, vivir una experiencia de solidaridad como aquella, en que todo el mundo quemó su carta de readmisión o solidaridad con un trabajador, es algo que yo desearía que mucha gente pudiera tener. En la empresa se daba todo, se daba la amistad, se daba la organización, no era una lucha fría.
– Pero terminó con 360 despidos…
– Ahí confluyeron muchas cosas aunque lo más visible fueron los despidos masivos. Era el año 1975 cuando se produjo la primera gran crisis del petróleo, a la misma vez a la empresa se le negaron los créditos para la exportación, mientras que el socio capitalista más fuerte retiró todo su capital y desamortizó la empresa.
– ¿No tuviste sentimiento de derrota?
– No, y la prueba está en que con mucha de la gente de entonces no hemos perdido el contacto. Sabíamos de quienes nos podíamos fiar. Para mí era importante no defraudar. Otra cosa fue lo que pasó con la organización de la lucha, las Plataformas Anticapitalistas que pretendían que lleváramos la lucha a la radicalidad, y que no fuéramos a Magistratura. Sin embargo yo opté por ir porque no podíamos dejar a la gente sin la poca indemnización que iban a dar, hubiera sido perderlo todo, así que me salté el criterio ideológico de las Plataformas para defender la parte más humana, y eso me costó que me echaran de la organización.
– ¿Todavía tiene sentido la utopía?
– Cuando se acaba la utopía se acaba el motor que empuja la historia. La utopía es el infinito, el más allá, la esperanza, el amor: todas esas cosas que, desde la profundidad, el ser humano aspira a realizar. La utopía ha tenido futuro, lo tiene y lo tendrá, a pesar de que éste sea un momento de falta de salidas, donde un sistema liberal omnipotente y un pensamiento único vacía las conciencias y explota como el capitalismo, o más si cabe. El de ahora es un sistema más ideológico que “de palo”, pero es desconcienciador y explotador.
– ¿Es más difícil luchar contra un sistema ideológico que contra uno “de palo”?
– El palo hace reaccionar, aviva conciencias. El ideológico adormece, crea apatía y es integrador. Mucha gente se acaba creyendo que puede ser como el de arriba, como el que más tiene, como el que más gana.
– ¿Es posible un futuro más justo?
– La historia se realiza con avances y retrocesos. Ahora estamos en un momento de retroceso, los cambios no son tan rápidos corno muchos desearíamos. Todo cambio trae algo mejor y por eso vale la pena luchar y comprometerse. En los cambios siempre hay anhelos de justicia y de igualdad, eso mueve a las personas.
– Pero la humanidad está corrompida, ¿no?
– Llevamos el bien y el mal dentro de nosotros pero hay situaciones que favorecen lo malo y otras que favorecen lo bueno. La situación actual sólo favorece lo peor, el egoísmo, el individualismo, el arribismo… Vivir en el individualismo nos hace seres insatisfechos porque nunca llegamos a la meta, siempre hay otro por delante, más rico que tú…
– No confías en los políticos.
-Yo confío en personas pero en este momento la política tendría que dar un giro de 180 grados, hoy sólo sirve para asentar lo que diga el gran capital. No me importa el color de los partidos. Las guerras, la corrupción, irán creciendo… Con la guerra de Afganistán, por ejemplo, la política no tiene nada que decir… No estoy justificando el terrorismo, pero si los políticos quieren dar conciencia tendrán que hablar de terrorismos, no de uno sino de terrorismos en plural, el hambre es un terror que se da en tres cuartas partes de la humanidad, de ese terror no se habla.
– ¿Hay solución?
– Si han sido capaces de crear un código de circulación para que nos entendamos con el automóvil, de llegar a la luna y de todos los avances técnicos, todo esto puesto al servicio de una humanidad para crear una sociedad con otras características que no sea la acumulación de capital, claro que cambiarían las cosas. Pero haciéndonos al resto consumistas… En un sistema injusto nos ayudan a que nos aprovechemos unos de otros… En un sistema corrupto nos enseñan a corrompernos, nos ayudan a sacar lo peor que llevamos dentro.
– ¿Y es culpa de la sociedad civil o de los políticos?
– De ambos pero yo no puedo echar toda la culpa a la sociedad civil cuando ésta no tiene ningún poder. Los políticos nos recuerdan lo importantes que somos el dia del voto, pero no nos ayudan a tomar conciencia, ellos son quienes tienen hilos para mover. ¿Qué pasa? ¿Que por encima de ellos hay unas leyes que no pueden cambiar? Pues que lo expliquen al pueblo y nosotros veremos cómo nos organizamos. ¿Por qué tenemos que estar organizados en un sistema tan clasista, tan racista y tan desigual? Porque se da por hecho, si quieres juegas y sino, no juegas. Pues yo no juego.
– ¿La salida es la solidaridad?
– La solidaridad también tiene sus trampas. Hay una solidaridad folkórica, de miles de millones, que tiene un sentido más publicitario que de cambio real, una solidaridad de ayuda, no de cambio. Eso no es solidaridad, es caridad. La solidaridad de cambio es la justicia.
PERFIL
Una vida dedicada a la confección
Emiliana trabaja desde temprano en un taller de confección. Horas y horas, entre el ruido ensordecedor de las máquinas. Cose chaquetas de piel. Nunca se ha dedicado a otra cosa. La primera cooperativa de confección de Esparsa nació en su pueblo, Belmonte de Tajo, y allí es donde ella aprendió a coser. Tenía 19 años y entraba a las seis de la mariana. Media hora más tarde llegaba el cura del pueblo a hacerle compañía porque sabía que estaba solita. Ese hombre hizo mucho por ella: “Aunque teníamos unas discusiones sobre religión tremendas, en las reuniones de gente joven de Acción Católica siempre me pedía la opinión, me valoraba en voz alta y eso me dio mucha seguridad”. Llegó a Santa Coloma en el año 1966, tenía veinte años. Hoy tiene cincuenta y seis y el pelo cano. Cuando le pregunto por qué nunca hizo otra cosa, por qué no se dedicó a otra profesión dice que no tenía aptitudes para el estudio, y asegura que no le hace falta, que nada le da envidia, que se encuentra a sí misma entre sus máquinas de coser.