Enric Grifó
Fòrum Grama, Juliol 2002
Reviure es una casa de acogida para hombres sin hogar en Santa Coloma. La asociación, juntamente con Cáritas Diocesana, gestiona la buena marcha del centro. En el actual domicilio de la calle Milà i Fontanals lleva ya once años de funcionamiento, pero nació en la parroquia de San Juan Bautista, en el barrio del Fondo, cuando yo regentaba la parroquia. Hay que añadirle por tanto dos o tres años más.
¿Qué significa trabajar con los marginados? Los sin techo son los pobres entre los pobres y lo son mas aún los inmigrantes porque a su pobreza ariaden una situación de marginación adicional. En Reviure atendemos a personas sin techo sin importamos su procedencia. Sólo nos interesa que estén dispuestos a “reviure”. Frecuentemente la vida los ha puesto en una situación de muerte, de separación del resto de los ciudadanos; en una palabra, de marginación.
Los pobres no solamente estan presentes en el Evangelio sino que además son su centro: “El espíritu del señor está sobre mí, porque él me ha ungido para que dé la buena noticia a los pobres. Me ha enviado para anunciar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos, para proclamar el año de gracia del Señor” (Lucas 4, 18-19). Hoy, después de mucho tiempo, me he decidido a comunicar mi experiencia con los pobres que ciertamente no tiene ningún gran valor sociológico ni de investigación pero es la mía, y se realiza en nuestra población con personas que viven a nuestro lado, de aquellos que según el Evangelio no podemos ignorar, aunque sean extranjeros o mas bien porque son extranjeros, sin olvidar a los que tenemos en casa.
Un enriquecimiento
Entrando ya en tema, lo primero que quiero dejar bien claro es que la labor que estamos realizando ha supuesto para mí un enriquecimiento personal tan grande que es difícil de expresar. Corro creyente que soy, considero una gracia el poderme dedicar a esta tarea. Yo lo compararía a lo que ha sucedido en la familia de algunos ninos deficientes; éstos han aportado tanto cariño al hogar que a pesar de su desgracia personal, han supuesto un enriquecimiento para todos (por lo menos esto es lo que he oído en diversas circunstancias).
Si os habéis fijado he usado indistintamente el término pobre, marginado. Lo he hecho porque en la práctica vienen a coincidir. Cuando uno es pobre, se convierte automáticamente en marginado. Ser pobre es una situación persona: falta de bienes materiales para la propia subsistencia. La consecuencia de esta situación es que la persona en tales circunstancias es inmediatamente rechazada por sus congéneres. En el fondo todos pensamos que si alguien no es capaz de atender a sus propias necesidades, es porque se trata de un vicioso o sufre las consecuencias de males pasados. Lo cierto es que no podemos abordar situaciones humanamente tan lamentables con planteamientos simplistas y de tan simples, falsos. La falta de bienes materiales no siempre se produce porque una persona no trabaje o no haya trabajado, sino más bien porque hay quien le impidió trabajar, le impidió desarrollarse como persona, le colocó en un callejón sin salida, lo puso al pie del precipicio y ahora solo le falta dar un paso al frente.
Injusticia y egoismo
Reconozco que mi explicación es solo una parte de la verdad, por eso de immediato afirmo que entre los pobres también hay algunos que tienen un cierto grado de responsabilidad personal de encontrarse en situación de pobreza. De todas maneras, como en Reviure no nos planteamos enjuiciar a nadie sino estar al lado del necesitado, todo juicio sobre las personas nos resulta especialmente repulsivo. Como conclusión de esta primera reflexión, diría que la pobreza en nuestra sociedad es fruto, en primer lugar, de las injustas relaciones que hemos establecido entre las personas y éstas a su vez, son fruto de un mundo de egoísmo. Como cristiano, peor diría fruto del pecado. Humanamente a casi todos nos conviene resolver estas situaciones de pobreza-marginación porque si proliferan pueden poner en jaque ese orden social establecido del que todos nos servimos y al que servimos.
He dicho “a casi todos” porque hay grupos de personas en nuestra sociedad a los que conviene que haya pobres, mano de obra barata, trabajadores dispuestos a dejarse la piel por un trozo de pan. Estos grupos sociales no solamente son los que mandan o disponen de grandes capitales sino que en ellos también hemos de reconocer a sus comparsas: nosotros mismos. Como que en el fondo no somos tan malos que queramos la destrucción de los que no son capaces de atender a sus propias necesidades materiales, frecuentemente nos conformamos con resolver la situación con algunos parches: dar casa a algunos, comida a otros, ropa a los que la pidan y atención médica para todos. Esto no es la solución sino nuestra solución. Dando algo, haciendo algo, ayudando a alguien nos autocomplacemos hasta el punto de creer que ya está todo hecho. Ya sé que estoy lanzando piedras sobre mi propio tejado pero si quiero ser sincero he de reconocer que las cosas son así, por lo menos así lo creo yo. Mi respuesta al mundo de la pobreza va más allá de las soluciones inmediatas, de los parches momentáneos y de las curas de urgencia. Mi respuesta se sitúa en una doble dirección: la sociológica y la trascendente.
Bienes mal repartidos
Desde la perspectiva sociológica no me cabe la menor duda de que en el mundo hay suficientes recursos para mantener a la humanidad dignamente; como no me cabe la menor duda, ni creo que a nadie tampoco, de que los bienes del mundo están mal repartidos. El 20% de la humanidad dispone del 80% de los recursos del globo y probablemente entre ese 20% nos encontramos tu y yo. Si queremos hacer algo, hemos de empezar por cambiar el sistema de explotación global por un sistema de participación global de los bienes del mundo. Aunque no sepamos cómo se hace, sí sabemos que unos grupos políticos y unas instituciones están más cerca de conseguir estos objetivos que otros partidos políticos y otros poderes fácticos; se trata pues, de acercarse a unos y de alejarse de otros. Como no es éste un espacio de enjuiciamiento político, no me pronuncio; me basta con indicar el camino. Y como en aquella historieta en que un caminante preguntó a un lugareño cómo se iba al pueblo cercano, no nos quedemos mirando el dedo del lugareño, sino echemos la vista adelante y empecemos a andar. Reviure son cuatro pasos adelante sin otra pretensión que ayudar a algunos.
Desde la perspectiva trascendente considero que toda persona humana ha sido creada a imagen de Dios y que por tanto es portadora de un sello de calidad indeleble, aunque las circunstancias lo hayan cubierto de polvo y sudor. Si todo hombre es portador de la imagen divina, mucho más lo es el pobre, el marginado; así lo enseñó Jesús y así lo practicó: acogía a los niños, las prostitutas, los leprosos, los extranjeros y no rechazaba a nadie, a no ser que se autoexcluyera. Desde el reconocimiento de este principio, el trato con los pobres-marginados adquiere un nuevo sentido: tratar con ellos, ayudarles, se convierte en un acto naturalmente sobrenatural o si preferimos podemos decirlo al revés, significando lo mismo: sobrenaturalmente natural; es decir, tan nuestro que nos trasciende, va más allá de lo que haríamos movidos por nuestro interés personal, aquello que llamamos egoísmo.
La foto superior també és de Samuel Aranda, el fotoperiodista colomense guanyador del World Press Photo i Premi Nacional Espanyol de Fotografia. Aquí puede visitarse su web con las mejores fotos