Odei Antxustegi-Etxearte
Fòrum Grama, gener 2003

[dropcaps type=’normal’ font_size=’62’ color=’#303030′ background_color=” border_color=”]E[/dropcaps]duardo Álvarez Gámiz cuenta que sus espectáculos “tienen el encanto místico de la India”. Viste al estilo de Aladino, con pantalón bombacho, babuchas, turbante. capa, chaleco… Se tumba en una cama de clavos y encanta tarántulas, escorpiones, pitones y boas. Este colomense de 34 años es uno de los cinco únicos fakires que existen en España. Ha actuado en todas las cadenas nacionales e internacionales, y su última aparición en televisión ha sido en el programa Cerca de ti, de TVE1. Siempre está viajando de un lado para otro, sobre todo a partir del mes de abril. Cuando empieza la temporada alta, no para de actuar en hoteles, fiestas mayores… Y puede tener hasta tres o cuatro shows diarios. Eduard (éste es su nombre artístico) opina que el fakir es una figura que “siempre está de moda y que nunca morirá”.

– ¿Cómo te hiciste fakir?

– Ya de pequeño me interesaban este tipo de cosas. En mí había algo innato,

– ¿Qué hacías?

– Estaba en el Foc Nou, y siempre jugaba con los zancos, un año hice fuego por la calle… Con el grupo Avalot Teatre aprendí cosas de circo y teatro. pero lo mío era el faquirismo, hacer cosas más raras. En el instituto estudiaba electrónica, y me comía resistencias delante de los compañeros. Todos me tomaban por un loco! Después tuve la ocasión de conocer a varios fakires, y me fueron enseñando.

– ¿Cómo se lo tomaron tus padres?

– Hasta que no fui mayor de edad, no supieron lo que estaba ingeniándome. Cuando se lo conté no lo aceptaron, y todavía no lo aceptan… ja, ja, ja… Porque mi profesión es un cien por cien de peligro. Cada vez que salgo de casa para ir a trabajar no saben cómo llegaré.

– ¿Qué hace el fakir exactamente?

– Controlar el cuerpo y la mente, no sentir dolor. ¿Mi repertorio? Es el del clásico fakir de toda la vida: el que juega con espadas, con fuego, cama de clavos, come bombillas o cristal, se acuesta sobre vidrios… En la actualidad. yo soy conocido y popular en los medios de comunicación gracias a que he inventado números míos, propios.

– ¿Cuáles?

– Uno es el Hombre Black, que se ha visto en televisión. Sólo lo hacemos dos en el mundo.

– ¿Y en qué consiste?

– Me meto una taladradora funcionando por la nariz.

– Ah…

– Luego también es propio mío comer componentes electrónicos: un teléfono móvil, un ordenador, una tele… Todo lo que tenga circuitos, va para dentro.

– ¿Y cómo te los comes? ¿Enteros?

– No, a trozos. Hace muchos años, dentro del récord Guiness, en la Batalla de las estrellas, me comí todos los componentes de una televisión. Ahora estoy trabajando para un montaje del libro de los récords donde me voy a comer un objeto raro. Próximamente se sabrá cuál.

Foto: OA-E

– Eso tiene que ser malísimo para la salud…

– Sí, porque son componentes hechos materiales tóxicos. Pero claro, para eso soy fakir.

– Qué te dice el médico?

– Que estoy sano.

– Pero si te comes un móvil, las piezas se te quedan en el estómago…

– No. Hago como si fueran alimentos: digiero y los expulso.

– En verano tienes muchas actuaciones y puedes llegar a comerte muchas piezas electrónicas, ¿no?

– Sí, pero me lo combino. Voy cambiando los números de cada show. No todos los que me contratan piden lo mismo. Cuanto más arriesgado es el número, más caro se paga. Y si ha salido en televisión, pues también vale más.

– Ya… ¿Y cómo aprendes a hacer todo esto?

– De manera autodidacta. No hay normas. ni libros… Tú tienes la idea, te arriesgas y la trabajas. ¿Que te equivocas y te haces daño? Pues mala suerte. ¿Que no? Pues adelante.

– ¿Te hiciste daño la primera vez que te metiste el taladro por la nariz?

– No me acuerdo demasiado, pero no. No, porque el fakir en sí es el poder mental, el poder de la concentración. No existe el hacerte daño.

– ¿Y no es que te aguantas el dolor?

– No. Me relajo, me concentro, y no me duele nada.

– ¿Nunca te has operado la nariz para meterte cosas?

– No.

– Entonces, tú te mentalizas para que no te duela y vas probando…

– Exacto, es el control mental. He tenido enfermedades y accidentes en mi vida personal: gripes, torceduras… En mi vida artística, nada. Lo máximo ha sido chamuscarme un poco con fuego cuando era pequeño.

– ¿No tienes miedo de lo que pueda pasarte?

– No. Si lo tuviera no podría hacer mi trabajo. En un principio me dije: “El miedo no existe”. Y no existe.

– Imagino que cada día tienes ir superándote…

– Para tener un poco de nombre tienes que hacer cada vez cosas más difíciles y arriesgadas. Si no, serás un artista del montón. Yo quiero ir subiendo escalones, hacer números más espectaculares cada vez. Además, cuanto más riesgo metas más fácil es la contratación. Ojo, hoy en día un fakir no puede actuar en muchos sitios… No puedo hacerlo delante de niños, porque pueden intentar imitarme. Y en mis actuaciones en directo puedo herir la sensibilidad de la gente mayor, porque hago un faquirismo un poco brusco, duro. Presento las cosas tal y como son.

– ¿No hay truco?

– ¡No! Mi compañero de escena muestra al público que es real la espada que me clavo en la nariz o la cama de clavos donde me voy a acostar. Muchas veces he tenido que parar el espectáculo porque más de uno se ha desmayado. El faquirismo no es una ilusión como la magia, es una realidad.

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