Agustina Rico
Catedrática de Lengua Catalana

Cómo era el barrio en que crecimos de niños y en que vivimos de jóvenes? Hablar del Fondo corriendo la moviola treinta, cuarenta años atrás, es hablar de déficits, movilizaciones, lucha, especulación, solares, inmigración; el Fondo fue vanguardia en la lucha colomense simbolizada en una plaza: la plaza del Reloj, la plaza roja. Mirando aún más atrás, el Fondo era un extremo lejano de Santa Coloma que ni muchos colomenses conocían: algunas masías, un puñado de torres, casitas de autoconstrucción, huertos, terrenos yermos, una pequeña fábrica, una bóvila de tochanas, muy poquitos comercios, noches a oscuras y  ningún medio de trasporte que lo comunicara con el municipio y aun menos con Barcelona.

Cola en una fuente pública del barrio

Aquel primer núcleo habitado por gentes que encontraron allí el sueño de la caseta i l’hortet, había tomado el nombre del torrent Fondo de Sistrells. Era tierra de payeses, como los de ca l’Agustí, que años después abrirían un merendero en la masía, cercana a Montigalà, y se harían cargo de recoger la basura con carro y caballo por nuestras empinadas calles. Aragoneses, murcianos, valencianos y catalanes de la Catalunya pobre del interior y de la montaña habían ido llegando desde principios del siglo XX, sobre todo al iniciarse las obras del metro, la que sería la línea 1.

Primeros inmigrantes
Los terrenos, comprados a 15 céntimos el palmo a la Compañía Nacional de Tierras de Anselmo de Riu, dieron cobijo a aquellos primeros inmigrantes. Y proporcionaron también segunda residencia a barceloneses, como los socios de la cooperativa El Reloj (con sede en la calle Comte Borrell de Barcelona), de donde toman su nombre la plaza y la calle del Reloj. La cooperativa los trajo de excursión y descubrieron unos terrenos con viñas y algarrobos para venir a respirar aire puro y  cavar un huerto los domingos, porque al fin de semana le faltaba medio siglo largo para aparecer en la vida del obrero.

En el Fondo de mi infancia pervivían bastantes torres, algunas con una gran parcela alrededor y había muchas casas, casitas y barracas con jardines, patios y huertos. Cuando la gente volvía del trabajo, se iba construyendo o ampliando la casa o la barraca hasta con tierra de la riera –más tarde Jacinto Verdaguer– que aún no estaba cubierta. A  finales de los años 50 algunos empezaron a levantar en los solares bloques de pisos de autoconstrucción que rápidamente se llenaban de familias, aunque no tuvieran agua y la fachada no estuviera revocada.

El Fondo de perfil rural más bien destartalado duró hasta los primeros años sesenta. Durante esta década y los setenta, el alud inmigratorio fue imparable. El crecimiento incesante de Santa Coloma, que en 1900 tenía sólo 1.500 habitantes y en 1940 más de 17.000, se convirtió en vertiginoso. En 1969 alcanzó los 100.000 habitantes censados, por lo que el Consejo de Ministros le otorgó el título de ciudad. Una ciudad sin servicios ni infraestructuras, calificada como ciudad dormitorio y ciudad sin ley, expresión que se acentuó con la aparición de la banda de los Correas que, como algunos recordaréis por experiencia propia, solía actuar por la zona del Fondo y Santa Rosa. El periodista Josep Maria Huertas Clavería, buen amigo de Santa Coloma y especialista en barrios, escribió un reportaje en El Correo Catalán, en que ironizaba sobre la concesión del título de ciudad a una población que carecía de lo más elemental. La foto que lo ilustra es contundente y quizá recordaréis la imagen: la pasarela de tablas, hecha por un vecino a la altura del Molinet, que comunicaba Santa Coloma con Buen Pastor. Al final de la pasarela, un bote con un rótulo mal escrito que recordaba no olvidarse de echar la voluntad. Algunos decían que aquel periodismo de denuncia era demagógico; así de “demagógica” era la realidad.

Nace la revista GRAMA
El mismo año 69 aparece Grama con sus demoledores informes sobre el urbanismo y los déficis colomenses. Diez años antes del número del King-Kong (1972), un estudio del padre Juan Mata, párroco de Santa Rosa, daba estos estremecedores datos sobre el sudeste de Santa Coloma( Fondo-Santa Rosa):

 


Habitantes aproximados: 20.000
Centros recreativos y sociales: no existe ninguno
Bares y tabernas: 60, en continua aparición
Médicos: no hay ninguno en la barriada
Comunicaciones: no existe transporte público. Los trabajadores deben emplear de 2 a 4 horas en ir y venir del trabajo. Los trolebuses se llenan a modo de hacinamiento
Calles: 70% sin cloacas, 100% sin asfalto ni aceras
Colegios: población escolar: 4.000 niños de más de 5 años
Población mal escolarizada: 3.000 niños
Guardería: no existe ninguna
Casas: 1.500 barracas en la demarcación
Habitabilidad: 8.000 vecinos viven realquilados.
Mercados: Hay un mercadillo instalado en medio de la calle, con unas 80 paradas, en el sector Fondo
Fuentes públicas: 6 para abastecer a un 40% de hogares sin agua corriente.
Alumbrado: hay una media de 4 bombillas por calle, la mayoría sin luz (las bombillas).


La llegada masiva de nueva mano de obra, especialmente de Andalucía y de Extremadura, cambió el perfil de la zona. Los castellanos como mis padres eran minoría, tanto es así que se conocían entre ellos y se sentían paisanos los de zonas tan alejadas entre sí como León y Soria. Se veían costumbres distintas traídas por los inmigrantes como el juego de bolos de Cuenca, practicado los domingos por la tarde en el solar que ocuparía la iglesia de Santa Rosa, las saetas de Semana Santa cantadas en el Fondo Alto al paso de la procesión de Viernes Santo que acababa en Los Pinos o las mujeres cosiendo a la puerta todas las tardes como en los pueblos. Otras costumbres colomenses encontraron aficionados entre los recién llegados como la de la cría y adiestramiento de palomas mensajeras: en bastantes terrados aparecieron palomares y seguir los vuelos circulares por el cielo de toda Santa Coloma arrastraba a los viejos y nuevos socios de la Colombófila, sección de la cooperativa La Colmena.

Los que llegaron a finales de los años 50 y durante los 60 y primeros 70 eran nuestros padres y nosotros mismos, nacidos en el pueblo o ya la primera generación nacida en Catalunya: gentes del campo, de instrucción escasa -con un elevado índice de analfabetismo entre las mujeres- que venían buscando un futuro mejor para sus hijos o sencillamente se venían para subsistir. Eran también los años de la emigración a Europa (Francia, Bélgica, Suiza y Alemania), hecho que separaba y repartía aún más a las familias. Algunos emigrantes europeos volverían y se asentarían años después entre nosotros. Algunos abrirían los primeros bares modernos del Fondo trayendo el “fast-food” a nuestras vidas: eran los frankfurts, con nombres de las ciudades de donde venían sus dueños, como Wüppertal y Zurich, que competían en dificultad con los nombres de las calles Liszt , Beethoven y Wagner, de variopinta pronunciación y escritura.

La imagen de caos, pero con un cierto aire rural y tranquilo, que reflejan en sus libros Marcelo López (1), Eugeni Madueño (2) y Jaume P. Sayrach (3), dejó paso al hormiguero. Caían las torrecitas, se arrasaban huertos, subían los bloques, desaparecían solares… Se construía sin tregua en lomas, desniveles, pendientes, cuestas y desagües naturales. No importaba la accidentada ortografía del barrio. No se tenía en cuenta a quien iba a vivir allí y podía morir allí. En algunas zonas del Fondo Alto no pudo entrar durante años ni el carro de la basura ni el coche fúnebre, también tirado por caballos. Rampas, escaleras y pronunciadas pendientes sin asfaltar lo impedían del todo. Bloques de pisos nuevos convivían con casas bajas y engendros como el “rascacielos” del Fondo alto se alzaban junto a barracas creando una imagen que ha perdurado.

Santa Coloma, un pueblo que había ido creciendo por su cercanía con Barcelona, se desbordaba, como muchas otras poblaciones de su entorno, con el agravante de tener un término municipal muy pequeño, una orografía que añadía dificultades a las ya difíciles condiciones de vida y una previsión urbanística inexistente ya que los propietarios de los terrenos eran los auténticos diseñadores de las futuras calles. Éstas, cortadas y retorcidas, según la propiedad, y con estrechísimas aceras, se harían más agobiantes , paradójicamente, al prosperar el vecindario. Nadie pensaba que el obrero llegaría a tener coche y que miles de automóviles sin parking estrecharían todavía más las calles.

Ir a Santa Coloma

Entre el pueblo de Santa Coloma y los barrios había una distancia física corta y una brecha social ancha. Eran dos mundos, íbamos a Santa Coloma; Santa Coloma no tenía nada a qué venir al barrio. Los colomenses se sintieron invadidos, descolocados; su pueblo, despersonalizado. Hay personas que nunca han podido superar la desaparición del pueblo de sus mayores tragado por la oleada suburbial. Urbanismo aparte, el inmigrante no sabía nada de Catalunya, de su lengua, de sus costumbres, de sus problemas. Aunque con excepciones, como en toda regla, el recelo y la desconfianza eran comunes por los dos lados. Con el tiempo y la toma de conciencia política, no pocos de aquellos inmigrantes habían de luchar por mejoras que, más allá de su barrio, se extendían a toda la población (ambulatorio, Can Zam, carretera de los cuarteles, metro y autobuses, etc.) y también por las libertades políticas que incluían los derechos históricos de Catalunya. Por el otro lado, algunos jóvenes inquietos de la Santa Coloma de siempre encontraron en el movimiento de los barrios una explosión de juventud y de ideas con los que se identificaron.

La lucha vecinal, la revista Grama y el Plan Popular –proyectos que contaron con núcleos fundacionales en el Fondo-, no habrían existido ni se habrían desarrollado sin el trabajo codo a codo de los jóvenes más sensibilizados y emprendedores de todos los puntos de la población. Para ello fueron fundamentales las personas que hicieron de puente entre el centro y los barrios como fue el caso del recordado Xavier Valls cuya personalidad singular le hizo jugar un papel clave de enlace entre el pueblo y las barriadas.

En 1964 se inaugura el mercado del Fondo y en 1965 , la parroquia de Sant Joan Baptista, con Jaume P. Sayrach al frente. Nacen al mismo tiempo tres parroquias más: las de Singuerlín, Riu i Raval, a cargo respectivamente de Salvador Cabré, Joaquim Trias y Josep Esquirol, mientras que Pedro Núñez, “Perico”, reforzaría Santa Rosa, ya construido el complejo parroquial. Estos curas jóvenes, con otro modo de entender el papel de la Iglesia, habrían de hacer una gran tarea de cohesión de barrio, de equipo con otros barrios, de conexión con los elementos más progresistas del pueblo de Santa Coloma y de suplencia de infraestructuras y entidades, de manera que la parroquia era el foco donde se encontraba mucha gente, sobre todo niños y jóvenes, para reunirse, organizar salidas y formarse, más allá de la práctica religiosa.

Vida cotidiana

Diversos nens dormint en un mateix llit d’espai molt reduït

En general, la vivienda era precaria pero a quien venia de situaciones peores, un piso le parecía un palacio. De hecho, bastante gente de vida normalizada ha vivido durante años en barracas sin parecerlo. Gentes que salían a trabajar y a la escuela sin el aspecto miserable ni el estilo de vida lumpen que se suele asociar a la palabra barraca. Había ciertamente mucha infravivienda y también miseria, con testimonios gráficos que lo recogen, pero había mucha barraca digna donde se gastaba mucha cal y mucha lejía para tenerlo todo limpio, como recuerda la señora Alegría, veterana propietaria de la droguería de la plaza del Reloj.

Durante los primeros años del boom hubo bastantes realquilados y amontonamiento de parientes y paisanos en las viviendas; había muchos bajos sin cuarto de baño y en su lugar comunas para varias familias. Y había una pensión, la Bello, aquel barracón terrible con techo de uralita, para solteros y hombres que se habían adelantado a la familia.

A veces aparecían las estafas e irregularidades con los pisos. Familias a las que se les cobraba y sólo habían visto un croquis con yeso en un terreno ; constructores fantasmas que desaparecían con el dinero; la famosa letra pequeña de los contratos, etc.

Sin ambulatorio, parir en taxis no era una cosa rara, ni tampoco que alguna mujer muriera en el parto. Quien podía, pagaba una iguala al Dr. Gené; y se hacían largas colas en la farmacia para el practicante, el señor José, una institución en el barrio, muy respetado y querido.

El comercio se ampliaba y nuevas tiendas se añadían a las antiguas, especialmente en el eje Jacinto Verdaguer-Plaza del Reloj: la droguería de la señora Alegría y el señor Augusto, la papelería Romero, la ferretería Correoso, los materiales Quimet, la farmacia de la calle Wagner, los hornos de pan del Sr. Ramon y de la Sara, el carbón y el petróleo de la familia Espí, la lampistería Pascual, la Olla de Plata, la bodega Casajust, el bazar Tánger de los Bocanegra, el jamonero salmantino Hernández, los muebles Núria, el Molero, la zapatería Vida y otros. Abrían mercerías y peluquerías, la gente pagaba por semanas la medalla de la madre (“dar mucho-pedir poco”), ampliaban los Bello y aparecía el moderno almancén Garby. Con la apertura de una sucursal de la Caixa junto al mercado se confirmaba que los obreros del Fondo habían progresado. La sala de la Obra Social, la única además de la parroquia en que se podría reunir a un cierto número de gente, sería un lugar importante en la época de la transición.

Bares, lugar de reunión de los hombres después del trabajo, era lo que más se abría, como en todos los barrios. De todos, el bar Alberto de la plaza del Reloj, lugar de vermut dominguero, y La Faraona, con su acogedor patio, nos traen muchos recuerdos.

Si tuviera que resumir en tres palabras los tres males que machacaban cotidianamente al sufrido habitante del Fondo y de cualquier  periferia en aquel tiempo, diría sin dudar las tres “ces”: colas, caminatas, y calles (pendientes y durante años sin urbanizar : cloacas, asfalto e iluminación). Todos sabemos de qué hablamos: cola en el petróleo y el carbón, cola en el pan, cola en el ambulatorio, colas en la parada del autobús; andando a coger los autobuses a la plaza de la Vila a la ida y a la vuelta del trabajo hasta que pusieron el 103, andando al barrio de la Salud para coger la Tusa e ir al especialista a Badalona, andando al Instituto…; polvo, barrizal, calles a oscuras, taxistas que no quieren ir hasta ciertas zonas …

Luchas históricas

A inicios de los años 70, la población del Fondo supera los 20.000 habitantes. Tenía 23.724 censados en 1972. El barrio vivirá luchas muy concretas como la recuperación de los pocos solares supervivientes (Molero, Churrero, Sara, Beethoven) y la de la empresa Casadesport, al mismo tiempo que participa en las reivindicaciones generales de Santa Coloma. Paralelamente se reivindican las libertades generales en un país que vive la última etapa del franquismo.

El famoso número del King-Kong de Grama arroja un déficit en infraestructuras en Santa Coloma de 4.516 millones de pesetas de las de entonces. El listado de objetivos concretos por qué luchar en la Santa Coloma de los primeros 70 era éste:

> Autobuses a los barrios
> Accesos a Santa Coloma. Ampliación de la “carretera de los cuarteles” y el puente del Molinet
> Ambulatorio – Clínica maternal
> Apoyo a la asociación Aspanide (tenía la escuela en el Fondo)
> Can Zam
> Casadesport
> El Motocross
> Escuelas, guarderías e institutos
> Mercado para Singuerlín
> Metro a Santa Coloma
> Patrimonio arquitectónico: Torre Balldovina, Poble Antic, Can Mariné, Can Peixauet.
> Plan Popular frente a Plan Comarcal
> Polideportivo Nuevo y otras zonas deportivas
> Regeneración del Besòs – Passeig Salzereda
> Sant Jeroni de la Murtra – Montigalà
> Semáforos
> Zonas verdes

El Plan Popular plantea que Santa Coloma puede salvarse y propone en 1978:

  • Evitar el crecimiento descontrolado de la ciudad
  • Calles y plazas para pasear
  • Hacer una ciudad saludable y bonita
  • Superar las deficiencias
  • Conservar el entono natural
  • Reordenar el comercio y la industria
  • Rehabilitar y mejorar la vivienda
  • Romper el aislamiento de la ciudad
  • Descongestionar la ciudad, dotarla de zonas de aparcamiento

De ayer a hoy

Han pasado cuarenta años de las primeras llegadas masivas de los 60 al barrio y 30 años desde el advenimiento de la democracia, de la recuperación de la autonomía de Catalunya y de los primeros ayuntamientos democráticos. Si repasamos la lista de reivindicaciones históricas del barrio y de Santa Coloma, muchas se han cumplido. El barrio está bien comunicado, la red sanitaria llega a toda la población, hay plaza escolar para todos los niños, Aspanide goza de un complejo que atiende al discapacitado mental a lo largo de su vida, existen los servicios sociales, la Rambla del Fondo y la nueva Plaça de la Mediterrània han regenerado una parte del barrio… pero la realidad urbanística del Fondo tiene muchos puntos negros, especialmente en el desgraciado Fondo Alto que, con los años, se ha ido degradando más.

El paisaje humano ha cambiado mucho. Los jóvenes nos fuimos yendo casi todos, a Barcelona, al Maresme, al Vallès o a zonas de Santa Coloma con mayor calidad de vida. Sin embargo, el Fondo, a diferencia de otros barrios, no ha languidecido. Tampoco, por sus características, ha podido reconvertirse en zona residencial. Siempre ha tenido empuje demográfico ya que sigue siendo el más denso de la ciudad : 565 habitantes por hectárea frente a 303 habitantes por hectárea de media en Santa Coloma. A partir del 2004 ha experimentado un nuevo aluvión inmigratorio, sobre todo con la reagrupación familiar propiciada por los cambios en la política migratoria. El Fondo vuelve a ser un barrio joven: la media de edad es de 29 años mientras que la media de Santa Coloma se sitúa en los 45 años. Vuelve a sobrepasar los 20.000 habitantes aunque, como pasaba en flujos inmigratorios anteriores, los números oficiales se quedan cortos. Hay 16.328 empadronados, según los datos actuales del censo, pero el Àrea Básica de Salut del Fondo atiende alrededor de 24.000 tarjetas sanitarias. Según datos de 2005, más del 15% de la población del barrio es de origen extranjero y un tercio del pequeño comercio está regentado por estos nuevos vecinos, especialmente asiáticos (chinos y paquistaníes) que son los que invierten en el país de acogida, a diferencia de magrebíes y latinoamericanos, que envían dinero a la familia que quedó en su país de origen.

Algunas tiendas de las de toda la vida han cerrado al jubilarse los dueños y no tener continuidad o se han trasladado a otras zonas de la población, como pasa con algunos comercios de Ciutat Vella en Barcelona que dejan las Ramblas o el carrer Hospital para reaparecer en l’Eixample.

Con la afluencia de nueva población, ha vuelto la demanda de vivienda. Pisos de todo tipo, viviendas con enormes deficiencias y hasta las barracas han visto multiplicado su valor. Sus propietarios (antiguos o recientes) hacen un agosto inesperado cobrando alquileres que pueden sobrepasar los 600 euros. Se repite el fenómeno de los realquilados y “rejuntados” de años atrás pero en un ámbito más deteriorado y con diferentes costumbres y maneras de entender el uso de los espacios públicos y privados. En el Fondo hay muchos vecinos de los de antes que se quejan pero no ha estallado un conflicto como el de los pisos “patera” del barrio de la Salud, colindante con el Fondo. A raíz de estos hechos, en Badalona se ha estrenado la primera unidad de guardia urbana especializada en convivencia vecinal de toda España.

Este nuevo Fondo entre la especulación, el gueto y la revitalización, sorprende: casas de fincas “a manta”, bares tradicionales regentados por familias chinas, empleados asiáticos en tocinerías de todas la vida, comida árabe en bares ecuatorianos, peluquerías chinas y dominicanas, un templo budista en la calle del Reloj… Y la presencia de etnias cada vez más diversas : sighs de la India, subsaharianos, eslavos… La mayoría de nuevos pobladores del Fondo procede de China, seguida de marroquíes, latinoamericanos de distintos países con mayoría ecuatoriana, del sudeste asiático (Pakistán y Bangladesh) y, a distancia, del África subsahariana (Nigeria, Senegal y Guinea) y de repúblicas exsoviéticas y otros países del este de Europa. En algunas aulas del colegio público Beethoven, la proporción de alumnos nouvinguts  oscila entre el 50% y el 70%.

Como decía más arriba, generaciones enteras nos hemos ido del barrio. Pocos han hecho del Fondo su opción porque si el barrio siempre ha sido duro, con el de ahora cuesta mucho identificarse. Los vecinos de años atrás, la mayoría personas mayores, dicen que se sienten solos e invadidos. Algunos han ganado dinero con ventas y alquileres que nunca habrían soñado hacer y hay un goteo de gente de antes que se va. Hay pequeño comercio de cosas básicas que va tirando gracias precisamente a la nueva población, en cambio el comercio de calidad, que tenía una clientela hecha, ya no la tiene y se traslada o cierra. Los más desfavorecidos se quedan y tienen que compartir los mismos servicios que hace años con más gente y más pobre, lo que crea resentimiento y rechazo. Como se diría en lenguaje del de entonces, hace falta mucha conciencia de clase para no cargarles las culpas a los nuevos inmigrantes de la masificación y de los déficits. También, desde fuera, es muy fácil decirles a los vecinos que tienen problemas de convivencia en la escalera o a quien vive con pensiones de miseria y se queja de que las ayudas van  para la nueva inmigración, que son unos fachas que ya no acuerdan de cuando ellos eran inmigrantes.

Se repite la historia y, como siempre, en el Fondo Alto se localiza la miseria más atroz. El nuevo plan Urban remodelará próximamente algunas de las zonas más degradadas y desaparecerán, por ejemplo, el pasaje Victoria y algunos “tapones” que separan el Fondo de Santa Rosa por un lado, y de Badalona por el otro. La ley de barrios está permitiendo también mejoras en calles pendientes (escaleras mecánicas), ampliación de aceras e iluminación. La que fue mi calle, la del Reloj, está más bonita que nunca, con aceras anchas, pilones para no aparcar sobre ellas, un pequeño autobús la enlaza con otras zonas y, ¡tiene árboles! Pero ya no conozco a casi nadie y los antiguos vecinos de mis padres me pintan un futuro pesimista.

¿Qué será del Fondo? Seguramente lo que ha venido siendo desde hace décadas: un extremo de Santa Coloma donde han ido a vivir los últimos que llegaban, las sucesivas oleadas inmigratorias. Si nos preguntan a nosotros si nos criamos en un gueto, diríamos que no, pero para muchos, el Fondo de los 60 ya era un gueto, sólo que de inmigrantes autóctonos. Es posible que sí fuera un gueto mi barrio, destartalado y feo, pero yo lo recuerdo como una especie de pueblo donde se podía jugar en la calle y donde los vecinos convivían y se ayudaban. La tele, el coche y la torre aún no nos habían separado. Con el paso de los años cada vez tengo más claro que en aquel Fondo de nuestra juventud dentro de todo tuvimos suerte. Nos juntamos gente maja que creía en un mundo mejor y tuvimos buenos maestros, que es una cosa básica en la vida. Allí crecimos, allí conocimos el amor y la amistad, allí nos hicimos adultos y allí adquirimos una conciencia social y una mentalidad abierta, avanzada para la época, que pienso que hemos intentado inculcar a nuestros hijos, aunque con no pocas contradicciones.

Al recordar la juventud es fácil caer en la idealización y el sentimentalismo aunque he intentado dar una pincelada objetiva, dentro de lo posible, porque el terreno de las vivencias y los recuerdos es muy personal. Creo que estaremos todos de acuerdo si digo que en el Fondo la vida era dura pero que éramos una juventud llena de fuerza, de alegría y de esperanza. Y que el barrio, El Fondo, fue una escuela de vida que nos acompañará siempre.

NOTAS

(1) López Ródenas, Marcelo. Historia social de la Santa Coloma moderna 1954-1979. Ed. Ajuntament de santa Coloma de Gramenet. 1982.

(2) Madueño Palma, Eugeni. Grama. Una experiència insòlita de periodisme popular.Ed. Diputació de Barcelona, Col·legi de Periodistes de Catalunya, Ajuntament de Santa Coloma de Gramenet.1988.

(3) Sayrach, Jaume P. En el Fondo. Parroquia de Sant Joan Baptista (Santa Coloma de Gramenet) 1965-1979. Ed. Fòrum-Grama. 2001.

3 COMENTARIS

  1. No tengo palabras… simplemente decir que no puede ser más acertado lo que explicas en este artículo.
    Gracias por hacerme recordar y acabar de conocer una parte de la historia de mi pueblo.
    Un saludo.

  2. M’ha emocionat molt llegir això tan bonic i colpidor. Tinc idealitzat el “meu” Fondo i no hi visc des de l’any 1974 si no recordo malament (aleshores tenia deu anys) i podria parlar llargament d’això però de fet ja ho has fet tu, estimada Agustina. Moltes gràcies.
    Josep Pascual

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